Mujeres valientes

Rodanteras argentinas: historia de mujeres que apostaron por una vida nómade

Cientos de mujeres encontraron la forma para poder viajar en libertad, pero con el acompañamiento de un grupo inigualable a lo largo del país. Nany Álvarez y Evangelina Luna cuentan su historia.

Agustina Castro
Agustina Castro domingo, 10 de marzo de 2024 · 20:04 hs
Rodanteras argentinas: historia de mujeres que apostaron por una vida nómade
Nany Álvarez recorre las rutas argentinas en su motorhome Foto: Gentileza Nany Álvarez

Una vida de viajes, en la que el cielo puede convertirse en el techo infinito, y la ruta, un camino interminable hacia paisajes nunca antes descubiertos. Esa es la vida con la que soñaron siempre las mujeres rodanteras, que se atrevieron a romper con el turismo “convencional” -como lo llaman- y a dejar los miedos atrás, para dar paso a un nuevo, apasionante y austero estilo de vida.

Los peros tampoco detuvieron a las rodanteras que esperaron mucho tiempo para empezar a vivir la aventura diaria soñada. La edad, el género y los temores ajenos tampoco importaron cuando se animaron a seguir ese impulso que les brotó desde el interior, a pesar de haber estado latente toda la vida. Pero, antes, la mayoría de sus viajes habían sido como los tradicionales: se iban en pareja, con familia o con amigos a un hotel o camping y recorrían lo recomendado de cada sitio, lo “normal”. Algo más les faltaba.

Sea por economía o por el deseo de verse inmersas en los paisajes que visitaban, decidieron buscar una nueva forma de viajar -o no tan nueva, aunque sí lo era para ellas-. Viendo videos, documentales, leyendo información cargada en portales de viajes, se toparon con la experiencia de otras mujeres que habían pasado por lo mismo y que, finalmente, se animaron a viajar como más les gustaba.

Evangelina viajó toda la vida con su padre y sus hermanas, y ahora lo hace sola o acompañada por su hija o amigos. Foto: Gentileza Evangelina Luna

Mujeres Rodanteras y Rodanteras Audaces son solo dos de los grupos de Facebook en donde las mujeres que deciden emprender su propia travesía sobre ruedas, encuentran una comunidad a la que recurrir, a modo de sororidad. Nany Álvarez y Evangelina Luna son dos de las cientos de mujeres que integran esas comunidades, y hablaron con MDZ sobre su historia de vida y su recorrido hasta animarse a ser viajeras libres.

Cómo funciona el grupo de Mujeres Rodanteras

Facebook y WhatsApp son las plataformas donde se encuentran los grupos de mujeres rodanteras. Al hacer click en “Unirse”, una comunidad de mujeres viajeras recibe a la nueva interesada, sin importar si viaja en camper, casa rodante, bici o moto. Lo que importa son las ganas de viajar. Allí, encuentran mucha información sobre cada destino del país, puntos turísticos y puntos para pernoctar, además de contar con un grupo específico de S.O.S., en donde se puede pedir ayuda en caso de presentarse un problema. “Podés comunicarte por cualquier cosa que te pase, y quien está cerca te da una mano; se arma una cadena de ayuda para poder colaborar”, explicó Evangelina, la rodantera entrerriana.

En WhatsApp, también, pueden escoger la opción de sumarse a grupos de viajeras por región. Esto quiere decir, en palabras de Luna, que “quien quiere viajar a esa región puede entrar al grupo, levantar información sobre los lugares donde se puede ir a acampar sin tener que pagar, los lugares por conocer y contactarse con las viajeras que estén en el mismo lugar”.

Nany Álvarez, la rodantera que viaja con “Milonguita” a sus 70 años

El boom por los viajes en casas rodantes surgió, a nivel internacional, en la década de los ’60, cuando el movimiento hippie se impuso, sobre todo, en el Reino Unido y los Estados Unidos. Desde entonces, cada vez más personas de espíritu libre decidían dejar sus vidas tradicionales atrás, y emprender rumbo hacia lo desconocido, buscando que la naturaleza se adueñara de su día a día. De alguna forma, esa pasión por los viajes en caravana se contagió, también, en nuestro país, y, poco a poco, las almas viajeras del sur se despertaban para iniciar su propia aventura. A algunos les tomó tiempo poder hacerlo, pero el deseo, siempre latente, hizo que llegaran a cumplir su sueño, tarde o temprano.

Nany Álvarez es una de ellas. Una mujer de 70 años, jubilada y pensionada, mendocina -pero que vive en Rosario desde que era niña-. El manejo siempre estuvo presente en su vida, porque enseñaba a conducir en una escuela de manejo. Era el trabajo de sus sueños, entonces. Pero no logró concretar el ansiado vínculo de su profesión con su amor por los viajes, hasta sus 68 años. “Fue un sueño de toda la vida tener un motorhome, sueño que creí que ya no iba a poder cumplir en esta vida porque estoy grande. Hoy tengo 70 años y, a los 68, tuve la oportunidad de empezar a construir el motorhome”, cuenta Nany, en diálogo con MDZ.

Había conformado una linda familia, con su esposo e hijas. Juntos viajaban por las vacaciones en carpa, para estar más conectados con la naturaleza. Pero, un día, su marido falleció, y los viajes se frenaron, por un tiempo. Hasta que una nueva persona llegó a su vida para impulsarla a concretar ese sueño que parecía lejano: tener su propia motorhome, sin importar la edad, la falta de dinero ni las dudas respecto a lo que se encontraría en cada viaje.

“Yo soy bailarina de tango. Tenía un grupo de amigos con los que me reunía en mi casa, y con quienes tomábamos clase con unos profesores divinos. Un día me puse en pareja con uno de esos compañeros de tango. Y, charlando, le contaba que mi sueño era tener un motorhome. Al enterarse, él me dijo: ‘Si vos te lo podés comprar, yo te lo construyo’. Quedé paralizada”, recuerda la mujer con mucha gratitud, asegurando que su vida cambió desde entonces, en noviembre de 2020, plena pandemia.  

Los paisajes que rodean el motorhome de Nany. Foto: Gentileza Nany Álvarez

No lo dudó ni un segundo. Era su momento. Con ahorros y dinero que le prestaron, Nany pudo vender su auto cero kilómetros para adquirir su preciada Máster 2011, a la que llamaría Milonguita, por su amor por el tango. Con cariño, ganas y mucho esfuerzo, su entonces pareja la ayudó a comprar todo lo necesario para que el vehículo se transformara, primero en minibús, y finalmente en motorhome.

Los primeros viajes los hicieron juntos, con la duda de si esa vida nunca antes explorada es la que querrían compartir de ahí en adelante. “No sabía si me iba a gustar vivir la experiencia porque a veces uno lo imagina y, después, cuando lo vive, es otra cosa”, confesó Nany, siendo sincera al revelar que, por más que se viva de viaje, tener un vehículo de esa índole requiere de mucho trabajo diario: “Se trabaja mucho en el motorhome. Tenés que hacer una vida, que no sé hasta qué punto es económica. Es una casa más, un vehículo que tenés que cuidar. Controlás que tenga agua, si la electricidad te alcanza, limpiás el inodoro químico donde te lo permitan y tenés que ser muy cuidadoso de no dejar sucio en el lugar donde paseás. Es lo que yo digo ‘ser un buen rodantero’”.

Pero las experiencias y los paisajes fueron tan cautivadores que, en definitiva, ella sí eligió seguir ese estilo de vida, al menos por unos meses, volviendo cada tanto a su hogar fijo en Rosario, donde encuentra a su familia y amigos. Él, por su parte, prefirió retomar su propio camino, ansiando que su amada llegara a cumplir todas las metas que se proponía. “Lamentablemente mi entonces pareja no me acompañó en este sueño. Intentamos, pero a él no le gusta salir de viaje en general. A él le gustaría salir entre 8 a 10 días al año, y yo quiero vivir arriba del motorhome”, reflexionó la rodantera que desea vivir como nómade el resto de sus días.

Llegar a ver los tulipanes de Trevelin fue uno de las metas del último viaje de Nany. Foto: Gentileza Nany Álvarez

“Me hizo un regalo inmenso. Me dio una alegría espectacular. Cumplí mi sueño muy preciado, pero no lo pudimos compartir. Ahora seguimos siendo amigos, pero viajo sola, o con una amiga o con mis hijas y nietas”, aseguró la rosarina. Es más, su familia habla de su experiencia con orgullo exclamando frases como: “¡Mi abuela es rondantera!”.

“Sola hice un viaje muy corto. Primero fui con mi consuegra y mi amiga, la que me sigue acompañando. Mi motorhome está hecho con una cama de una sola plaza atrás y armamos otra cama de una plaza en la cabina. Podemos viajar tres, pero hay que bajar y subir la mesa. Pero viajar de dos es hiper cómodo”, contó Nany, y agregó detalles sobre la primera aventura sobre ruedas: “El primer viaje fuimos, a Laguna de Diamante, en Mendoza, a 3.000 y pico de kilómetros de altura. Hicimos camino de ripio. Yo me había olvidado que el cielo tiene tantas estrellas y que es tan azul, porque las luces de la ciudad no te dejan ver las estrellas”.

En enero del 2024 se cumplió un año desde que el motorhome se convirtió en su vehículo para llegar a destinos paradisíacos en Argentina y Chile. Hizo tres viajes largos, de meses de duración, durante los que visitó parajes como el Salto del Agrio, en Neuquén; llegó a ver la floración de los Tulipanes en Trevelin; en Chile quedó fascinada con las Catedrales de Mármol, en Puerto Río Tranquilo; y regresó a su país para conocer la playa Las Conchillas y Punta Perdices, cerca de Las Grutas. “Fue como estar dentro de una postal todo el tiempo”, sostuvo con un tono romántico.

Su amiga coincide con ella a la hora de tomar un nuevo rumbo, además de intercambiarse las tareas de manejo, limpieza y cocina, haciendo cada viaje más disfrutable a dúo. También se dan el gusto de tomar fotografías y filmar los paisajes argentinos, para guardar recuerdos. “A mí me gusta mucho fotografía y saco fotos y filmo, pero no es como estar ahí, verlo, sentir el olor del lugar, la brisa en la cara, y el clima”, compartió Nany, asegurando que tener la posibilidad de tener la libertad de sentir tanto en la naturaleza, eligiendo dónde quedarse y dónde no, es inigualable.

Aunque todavía faltan medidas para acompañar a los cientos de rodanteros que existen en el país. Particularmente, la viajera explica que todavía “no hay lugares para descargar las aguas grises y las aguas negras. Tampoco hay lugares para tomar o servirte de agua. Si bien hay muchas estaciones de servicio donde son sumamente amables y te ofrecen alternativas que ayudan, todavía falta un montón”.

Evangelina, la rodantera que viaja en camper junto a su hija

Evangelina Luna creció en el seno de una familia que ama viajar. Cuando era niña, su padre la llevaba a ella y a sus tres hermanas en su Citröen a conocer los pueblitos aledaños de su hogar, en Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos, inculcándoles su amor por la naturaleza y la libertad. Ahora, ella tiene 42 años, una hija, un trabajo y una infinidad de destinos al alcance de la mano. Desde hace tiempo se animó a viajar como rodantera con la camper que supo construir, en compañía de su hija o amigas.

Su trabajo le permite tener flexibilidad y no tiene que cumplir con un horario o presentismo. Eva es cuidadora domiciliaria y tiene un emprendimiento desde hace casi tres años, coordinando al grupo de cuidadores que trabaja en distintos domicilios con adultos mayores. Además, cada verano que se va de viaje -respetando el período escolar de su hija- alquila su casa a turistas de cualquier rincón del mundo.

El camper está equipado con todo lo necesario para vivir durante varios meses. Foto: Gentileza Evangelina Luna

En 2001, tuvo la suerte de irse a vivir con su ex marido al exterior, a los Estados Unidos. Juntos recorrieron toda la costa este del país norteamericano y, al volver a la Argentina, conocieron gran parte del territorio juntos, pero con viajes tradicionales. A comienzos del 2023, Luna se empezó a interesar por volver a vivir los viajes como los que tuvo en la infancia: en el auto y acampando naturaleza. “Empecé a ver videos de YouTube de viajeros y dije: '¿por qué yo no?'. Llamé a un carpintero, le mostré lo que quería en base a los videos que había visto, y empezamos la construcción de mi camper para no viajar sola. Mi compañero de ruta no es ni una casa rodante ni una motorhome, sino que es un Gol Country 2008, que lo convertí en Camper. Tengo la cama, lugar de guardado, mesa, agua; todo lo que implica tener una casita, pero dentro del auto. Aunque uno no lo crea, todo lo que uno necesita puede entrar en un auto”, narró Eva.

La situación económica también influyó en su decisión. Quería seguir viajando por mucho tiempo, pero no tenía dinero suficiente para pagar noches y noches de hotel. El cámper, en cambio, solo debía estar bien equipado y tener el gas necesario para andar. “Nunca me costó empezar a viajar sola o acompañada. Después de que me separé dije: ¿por qué no sola?”, evocó la rodantera.

Evangelina viajó con su hija en la mayoría de las aventuras sobre ruedas. Foto: Gentileza Evangelina Luna

En la ruta, además de vivir experiencias inigualables con su hija, tuvo la oportunidad de conocer personas que se quedarían en sus recuerdos para siempre. “En Capilla del Monte, Córdoba, paré en una plaza y tenía mi auto camper a la vista. Veía que cruzaba un hombre que miraba a mi vehículo. Entonces me acerqué y le dije: ‘¿Usted quiere saber de quién es este vehículo? Es mío’. El hombre, respondió deslumbrado: ‘¿Es tuyo? ¿Viajás sola?’. Lo abrí, le mostré. Al final de una charla de una hora, me ofreció lo que necesitara, agua, electricidad, baño. Y me dijo que había sido la inspiración para poder hacer su propio camper. Eso me quedó grabado, ya que ser una mujer que inspira a un hombre en esto de viajar en tu propio auto es movilizador”, rememoró la mujer que fue capaz de inspirar a alguien más a seguir ese mismo camino.

En los caminos, según la rodantera, se ven cada vez más mujeres jubiladas que se emprenden en la odisea de vivir viajando. Ese es su sueño, también. Es por eso que invita a todas las mujeres, como hombres también, a que se animen a seguir sus sueños sin posponerlos. “Realmente, si uno lo siente, lo sueña, lo proyecta, las cosas se pueden hacer. No hay que tener miedo. Una por ahí tiene miedo de que pase algo en la ruta, pero siempre hay alguien que te tiende una mano, que te está ayudando. Disfruten de la libertad”, concluyó.

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