Arte argentino

Remembranza de un grande: Raúl Alonso, un mundo de belleza

En el verano de 1989 fui por primera vez a la casona de la calle Haedo, en Vicente López, donde vivía y trabajaba Raúl Alonso. Entonces yo dirigía Colección Alvear y él lanzó el convite a “ver lo que estaba haciendo”. Tenía recuerdos borrosos pero placenteros de sus obras vistas en alguna muestra.

Carlos María Pinasco sábado, 13 de noviembre de 2021 · 15:29 hs
Remembranza de un grande: Raúl Alonso, un mundo de belleza
Amigas-amor blanco (óleo, 1969) por Raúl Alonso

Raúl Alonso nació en Buenos Aires en 1923, hijo de Juan Carlos, un inmigrante gallego que llegó a la Argentina con 11 años, se inició como cadete de Caras y Caretas y terminó como director general.

Creció rodeado de intelectuales y artistas. Inició estudios de Arquitectura pero al fallecer su padre se vio obligado a dejar la facultad para mantener el hogar. Dibujante precoz se dedicó a la ilustración. Durante décadas fueron famosas sus tapas de la Revista Claudia que firmaba con el pseudónimo “Kali”.

A la par presentaba sus dibujos en salones nacionales y provinciales. En 1948 ganó el Premio Comisión Nacional de Cultura en el IV Salón Anual de Dibujantes. En 1950 se casó con una francesa encantadora, Daniele, con quien tuvo un par de gemelos (Claude y Serge) y luego a Marianne que siguiendo la tradición familiar devino en destacada ceramista.

A mediados de la década del sesenta presentó su primera exposición en la galería Véneto. Más tarde en Gradiva mostró óleos con gran suceso. A principios de los setenta estando de viaje en Londres lo afectaron serios problemas motrices. De vuelta en Buenos Aires enfrentó una complicada operación que lo postra seis meses en cama y otros seis en silla de ruedas.

Papá, Chelito y yo (tinta, 1972)

En su lenta recuperación se dedicó de lleno al dibujo. En julio de 1973 inaugura una consagratoria exposición en la galería Bonino. Las 21 tintas presentadas resultaron rápidamente vendidas. Al año siguiente obtuvo el Premio Adquisición en el Salón de Santa Fe y el Segundo Premio en el Salón Nacional con sendas tintas.

Inconformista como era, sus éxitos en dibujo no lo detuvieron. Con su salud mejorada comenzó a trabajar en pastel, convirtiéndose al poco tiempo en el más importante pintor argentino en esa técnica.

En 1975 presentó en Bonino una nueva exposición que incluye 20 tintas y 9 pasteles. Nuevamente el éxito es total. En octubre de ese año recibió el consagratorio Gran Premio de Honor en Dibujo del Salón Nacional.

En el `77 expuso su serie “Los siete pecados capitales”, tintas que acompañó con 21 pasteles. Se repitieron las exposiciones siempre aclamadas hasta que la muestra de 1979 (en  la Galería del Buen Ayre) incluyó como novedad cuatro óleos.

Se sucedieron exposiciones y premios. Expuso en Madrid, Japón y China. Presentó “Los diez mandamientos”. Se presentó en Rubers en conjunción con Alberto Girri, viajó a Alemania con Presas, Barragán, Badii y otros.

Dos manzanas (pastel, 1983)

En septiembre de 1989 presentamos su primera exposición en Colección Alvear, después de aquella primera visita que fue trascendental. Desde entonces y mientras estuvo con nosotros expusimos en forma bienal sus obras y cuando nos faltó, el 31 de julio de 1993, en cinco oportunidades más. 

Sus inauguraciones fueron siempre multitudinarias. Poetas, críticos, escritores, pintores, escultores y gente del común honraban su arte y su amistad. A lo largo de las muestras Raúl Alonso venía regularmente a la galería luciendo su coqueta elegancia que rara vez incluía una corbata y nunca obviaba un bastón.

Naturaleza (óleo, 1990)

Charlista ameno y culto, fino observador del mundo del espíritu y del espíritu de las cosas mundanas, galante y seductor, su compañía gratificaba siempre, aun cuando alguna sinrazón hacía aflorar su costado gruñón.

Fue un grande del arte argentino. Clásicos en su paleta y composición, sus obras sugieren sin decir, en un clima extraño que por momentos llega a convertirse en misterioso. En sus pasteles (mis preferidos) pintados sobre papel Montgolfier pesado y de grano grueso, las imágenes juegan en el deslinde de la figuración y lo abstracto. Hoy cuando la belleza y el oficio son desdeñados, el arte de Raúl Alonso resuena esencial.

Mesa de billar (pastel, 1992)

*Carlos María Pinasco es consultor de arte

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